miércoles, 18 de febrero de 2009

Vivir

Hoy no ha sido un buen día. Me siento como si hubiera participado en una pelea de box donde fui el perdedor. Continúo agripado, con malestar general y para colmo no se me quita un dolor en el pecho, del lado derecho, probablemente producto de un mal movimiento en el gimnasio. Las noticias son malas, más que malas… pésimas. Leo en algún portal que irónicamente la dirigente del PRI pide a los electores que no se dejen manipular, el Secretario de Economía visualiza un narcopresidente para el 2012 y el Vaticano revela la diferencias de hombres y mujeres en cuanto a pecados se refiere, lujuria los primeros y soberbia las segundas. Salgo de la oficina para dirigirme a mi casa y el mundo me muestra su otra cara.

Me encuentro a Alejandro quien es un joven que utiliza silla de ruedas para llegar al trabajo, en esta ocasión por lo menos tres jóvenes lo ayudan a bajar en las largas escaleras que lo llevaran hasta donde por fin, él solo se podrá mover, una vez en el suelo sin obstáculos y al transcurrir un amplio tramo no falta algunas personas que se acerquen a él para ayudarlo a subir otras enormes escaleras que lo conducirán, finalmente, a su ruta del metro para llegar a casa. Pensar que es algo por lo que tiene que pasar diariamente, por las mañanas y por las tardes, y que siempre hay personas dispuestos a ayudarle recibiendo como pago una sonrisa, es cuando veo un ejemplo de vida y me rio de lo frivolo que, en ocasiones, puedo llegar a ser, para después preguntarme ¿quién dijo que todo está perdido?

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