miércoles, 23 de julio de 2008

Lisboa, Portugal

Barrio de Belén. Ni lisboeta, ni poeta, solo un peatón

lunes, 21 de julio de 2008

Esa tarde de domingo disfruté como nunca la comida con amigos. Platicamos, platicamos y platicamos. Ellos se veían plenos, se percibían seguros y se sentían contentos. Conforme pasaban las horas las risas continuaban, yo sentado a la cabeza de la mesa y ellos alrededor, no era por orden de importancia, sino que no hacia pareja con nadie por lo que mi aislamiento no provocaba ninguna interrupción entre los equipos presentes.

Al querer salir de restaurante, la lluvia se soltó, de pronto vi como uno de mis amigos de inmediato abrazo a su novia y corrió a su carro, el otro también alzó su brazo y lo pasó a su pareja, por imitación alcé también mi brazo, al darme cuenta que no tenía a nadie me pregunté el porqué, de repente recordé a Carlos Pellicer cuando escribió: “las palabras emigran y en la huida las plurales abandonan las eses”.

Para alguien solo, soberbio, en ocasiones salvaje y un poco sinvergüenza, a vece seguidor de Schopenhauher (para el conocimiento de las cosas solo existe la conciencia) es bueno recordar que solo vine al mundo. Solo corrí de niño. Solo entré por primera vez a la escuela. Solo estudié para mis exámenes. Solo pasé mi adolescencia. Solo fumé mi primer cigarro. Solo toqué varias puertas. Solo estuve cuando obtuve mi primer y único premio. Solo hice primer gran viaje. Solo elegí dejar mi pueblo y huir de casa. Solo decidí entrar a la ruleta rusa y solo estuve también cuando grité y nadie escuchó; pese a ello nunca me acostumbré, ¿por qué? La respuesta me la dio Balzac: “la resignación es un suicidio cotidiano”, y yo ¡quiero vivir!

martes, 15 de julio de 2008

¡No, imposible, no puedo creerlo!

En el pueblo donde vivo muchos jóvenes han desaparecido, dicen que al regresar de la mina, a media noche, una mujer se les aparece y los encanta; que tiene una belleza tal que quien logra escapar de ella pasa ocho días sin poder dormir al quedar perplejos ante su perfección, me dijo un joven campesino ¡No, imposible, no puedo creerlo” pensé.

Al pasar los días fue tanta su insistencia sobre el tema que lo acompañé a aquel norteño pueblo. Esperamos la llegada de la media noche, me enseñó el sendero y me encaminé solo por el oscuro camino; de pronto sentí una gran luz que iluminaba todo el trayecto, los perros ladraban y un gran número de aves rondaba alrededor mio, pese al miedo poco a poco me seguí acercando, sentía cómo mi corazón agitaba su latido y al ver esa imagen sólo alcance a decir: ¡No, Imposible, no puedo creerlo!

Era una mujer joven, alta, delgada, de cabello largo, grandes ojos y rojos y carnosos labios que sólo se abrieron para decirme, ¡te estaba esperando! Y de inmediato pensé ¡no, imposible, no puedo creerlo!

Ella, extendió sus brazos y pude apreciar su perfecta silueta a través de su transparente bata blanca, no pude negarme, ¿quién podía hacerlo? Me fui acercando, la tomé de la cintura y sentí algo extraño, justo a milímetros de rozar sus labios miré directamente a sus ojos y pude verla ¡La Muerte! Recordé de la advertencia del joven campesino y dije aterrado ¡No, imposible, no puedo creerlo!,

Un frío aire sentí en todo el cuerpo, empecé a correr en esa oscura noche entre matorrales, seguido por una jauría de perros que feroces querían alcanzarme. En medio de la desesperación las piernas me traicionaron y caí de rodillas mientras las palmas de las manos se arrastraban entre ese áspero polvo. De inmediato sentí un fuerte apretón en el brazo derecho y escuché una voz que en primera instancia parecía lejana, para después claramente decir: Julio, levántate, ya son las siete, tienes que ir a trabajar. Sudoroso, agitado, alcancé sentarme en la cama, las manos taparon mi cara, respiré profundamente y solo alcancé a exclamar ¡No, imposible, no puedo creerlo!

jueves, 10 de julio de 2008

“La escafandra y la mariposa”

¿Qué es más fuerte la prisión del cuerpo o el de la mente?

Ahora tengo la impresión que mi vida ha sido una serie de pequeños fracasos, las mujeres que no supe amar, no soporto miradas que no pude atrapar, los instantes de felicidad que dejé pasar. Sabía el resultado de la carrera pero era incapaz de apostar por el ganador. ¿Estaba ciego y sordo o sólo la cruda luz del desastre me hace ver mi verdadera naturaleza?


Es la pregunta del protagonista de la película francesa titulada originalmente “La escafandra y la mariposa”, y surge cuando ya es víctima del Síndrome del Cautiverio, una enfermedad tan rara que no tiene cura ni tratamiento específico, algo que a otro no le hubiese dado margen de maniobra pero que al protagonista no lo limita, en los hechos demostró que cuando se tiene imaginación y memoria se puede gozar de la libertad.


Una película dura pero sin caer en lloriqueos donde el protagonista no se pierde en la fatalidad, sino se “desenvuelve” pleno, "sano", con un peculiar sentido del humor y una enriquecedora vida interna que impone su condición. Difícil porque una persona con sus facultades mentales intactas pero que no puede mover ninguna parte del cuerpo, ni siquiera deglutir, hablar, emitir sonidos fonéticos, nada a excepción de su ojo izquierdo y parpadear. Así es como se atreve a tomar el riesgo de comunicarse y escribir un libro titulado precisamente “La escafandra y la mariposa”.

Algunos preguntaran que es la escafandra, es aquel traje antiguo de buzos, con casco redondo perfectamente cerrado y un cristal frente a la cara y orificios que permite el paso del aire a través de tubos, parecido a un traje de astronauta, ese tipo de trajes son extremadamente pesados, es muy extenuante andar con él, más aparte la presión del agua estando a una profundidad de 200 metros. Quienes alguna vez lo portaron coinciden en calificarlo en una especie de encierro, agobiante y que daba origen a la claustrofobia ante el temor de no poder comunicarte con nadie, sentirse desolado y en medio de la nada.


Buena parte de la película, dirigida por Julian Schnabel, es vista a través del ojo izquierdo del protagonista, Bauby, quien fuera el director de la revista Elle en París, por lo que algunos pueden experimentar cierto agobio, angustia o desesperación, al menos eso parece ser buscaba el director. En mi caso lo logró.

Aunque nunca llegué a tal extremo, tras un accidente pasé poco más de doce semanas en sillas de ruedas y efectivamente las horas se te hacen días, los días semanas y las semanas meses. Escuchas las voces que te quieren animar y solo piensa en el momento en que deben callar. A pesar de contar con la palabra, mis movimientos eran prácticamente nulos, vuelves a depender de los otros para ducharte, para hacer tus necesidades básicas, no era capaz ni de extender plenamente uno de los brazos para alcanzar un vaso de agua y justo ahí es cuando entiendes plenamente el significado de palabras dignidad y libertad.

La película titulada en nuestro país “El Llanto de la mariposa” es una pieza esplendida que no debes perderte, esta basada en una experiencia verdadera, en el libro escrito por el propio protagonista de los hechos y que con su postura nos demuestra el linde del cuerpo, pero también el poder y las posibilidades de la mente.

Jean-Dominique Bauby tenía 43 años, era redactor en jefe de la revista Elle , en París, y conservaba intactas sus facultades mentales

miércoles, 9 de julio de 2008

Mexicanos, intolerantes y racistas

Uno de los grandes lastres de la sociedad mexicana ha sido la discriminación hacia nuestros compatriotas, ya sea de manera velada o totalmente abierta. El mérito del EXLN fue y es recordar a los mexicanos su racismo, ya que precisamente los indígenas son quienes más sufren estos actos. Es evidente el maltrato que reciben en un banco, en un centro comercial o en una oficina gubernamental, por el simple hecho de no ser como los demás o por lo menos como la mayoría, por no contar con el estereotipo impuesto por los medios de comunicación, es decir, personas de tipo nórdico.
Otro grupo de mexicanos víctimas de la discriminación son las personas discapacitadas, pero hay una lista interminable de grupos discriminados por su aspecto físico, preferencia sexual, condición biológica, por alguna enfermedad, incluso me atrevo a decir que todos en algún momento hemos sido discriminados.

Se ha hecho un gran esfuerzo, sin embargo resulta insuficiente, ya que las leyes que hablan por la No Discriminación no bastan, pues dejan algunos puntos en el aire.

No es necesario ir muy lejos, con abrir el periódico y buscar en anuncios clasificados se da uno cuenta que la gran mayoría de las empresas solicitan personas de 18 a 25 años, con excelente presentación y egresadas de tal o cual escuela, esto representa una abierta discriminación para quienes no cuentan con tales características, por lo que personas mayores de 25, de aspecto robusto, morenos, chaparros o egresados de una escuela modesta, ni por asomo deben molestarse en presentar solicitud alguna.

En fin, la discriminación nos alcanza de una forma u otra a todos. Estamos en el siglo XXI es hora de que todos entendamos que estamos en el mismo barco y que a nadie debemos discriminar por su aspecto, edad, ideología, preferencia sexual o circunstancia de vida, pues en la fortaleza o debilidad de los demás esta implícita la nuestra.


lunes, 7 de julio de 2008

París, una mirada a la melancolía (Hace un año atrás. 070707)

C’est le temp, C’est le temp

París, Francia. 70707. Totalmente desparramado sobre el césped del Campo Marte abro los ojos lentamente, con el conocimiento de lo que me encontraré, visualizo la majestuosidad de la Torre Eiffel, el símbolo más característico de París, con una aparente fragilidad pero con 320 metros de altura, sus más de 10 mil toneladas de acero que la mantienen de pie, y no dejo de pensar en la ironía: fue creada para luego ser destruida.

Más de cien años y sigue justo ahí, observando la historia. Miro el reloj y caigo en cuenta de que es el día siete, del mes siete, del año 2007 y son justo las siete, las siete de la noche. El sol está en su mejor momento, cientos de personas caminan, corren o simplemente descansan sobre el gran campo abierto observando a la maravilla realizada por el hombre, la misma que ha visto pasar el tiempo y se ha reído de él.

Mirar la Torre Eiffel es pensar justo en el tiempo, el que todo lo consume, el que a muchos destruye y a otros exalta. Ya lo dijo Schopenhauer: las personas vulgares no piensan sino en dejar correr el tiempo; los que poseen algún talento, procuran hacerlo útil. Pero fue más contundente Voltaire: el tiempo es justiciero y pone las cosas en sitio.

Caminar por Paris, observar sus calles y sus esplendidas construcciones no deja de asombrar ante cada obra de arte con la que te tropiezas, es pensar en tantos personajes, en tanta historia, en tanta belleza. Desde Juana de Arco, Felipe el hermoso, Napoleón, Charles de Gaulle; hasta Hitler que se enamoró de esta ciudad, por lo que siempre la respetó. Es imaginar como se dio pie a las historias que desde aquí han surgido como los Miserables o Las Flores del Mal. C´est le temp, c´est le temp.

Veo parejas de todas las edades tomados de la mano, charlando o simplemente disfrutando de ese momento que no se repetirá. Observo a unos ancianos que, como colegiales, comen sobre el césped cruzando picaras miradas y me llega a la mente una plática que dio Savater en San Lorenzo, El Escorial, denominada “una mirada a la melancolía”, donde el escritor español no anduvo con cuentos al calificarse como melancólico con la convicción de que “no habrá un mañana”.

En la mesa el seminario que Savater compartió con el también escritor Andrés Trapiello, se debatió sobre “la condición humana por excelencia”: la melancolía. Concepto que pasó de simbolizar la grandeza de los héroes y los sabios en Grecia al pecado de la Edad Media, para concluir y derivar en simple “depresión” hoy en día. Es por ello que cuando el filosofo aseguró que no habrá un mañana, el organizador del seminario, Javier Murgueza lo interrumpió: ¿demasiado pesimista quizás? a lo que de inmediato encontró respuesta “tal vez, pero está claro que la vida no es eterna y que cada día nos da señales de su putrefacción, su deterioro. Basta mirarnos a un espejo”.

Los que saben dicen que la depresión se da sobre todo en las grandes ciudades, como Paris, palabra en que ha derivado algo que tiene un precedente ilustre en la historia del pensamiento: la melancolía. Y es que, cómo explicaron, esta no siempre ha sido vista como algo pernicioso que hay que eliminar. Aristóteles reconoció en ella una fuente de la grandeza de los héroes, sabios y poetas. En el Renacimiento y el Romanticismo se subrayó también el lado creativo de la melancolía, mientras que la edad Media la condenó como pecado y el Barroco la convirtió no en rasgo epocal, sino existencial.

Cada momento histórico resalta, por tanto, el rostro positivo y negativo de la melancolía, la vincula a ciertas actividades e incluso la masculiniza o feminiza. Sin duda, es un concepto que se ha alumbrado o ensombrecido. Algo con un origen tan noble hoy ha derivado en una vulgar depresión. Es considerada una enfermedad y debemos atacarla, utilizar fármacos para adaptarse al entorno, a la realidad existente y establecida. Constantemente ha sido tema de debates filosóficos, sociológicos, psiquiátricos, históricos, estéticos, e incluso poéticos, y ha habido pensadores como el clérigo inglés Robert Burton que han dicho “si es que hay un infierno en la tierra, debe estar en el corazón del hombre melancólico”.

Estar en una esplendida ciudad y sentirse melancólico suena hasta ridículo, pero París tiene algo que te da momentos mágicos. Tiene razón Flaubert: “La melancolía no es más que un recuerdo que se ignora”. ¿cómo más se puede definir un sentimiento inexplicable? No dejo de pensar en la plática de Savater, quien insistió en la idea constante de la pérdida de la juventud ligada al concepto de la melancolía. “Seguimos apegados a los hábitos de la juventud porque somos unos hipócritas ilusos la mayoría de las veces”.

El filosofo, quien citó no sólo a Flaubert sino también a Borges y a Freud, coincidió con todos ellos. “El deseo insatisfecho de inmortalidad es lo que nos lleva a ella”; mientras que el escritor Andrés Trapiello concluyó de las tres claves de cualquier melancolía que se precie: “Amor, muerte y tiempo”. Las mismas que había evocado Savater pocas horas antes.

Y es que vivir en el para muchos tan esperado día siete del mes siete del año 2007, en un ciudad con tanta historia, con tantos personajes, con tantas vidas, te lleva inevitablemente en pensar en el tiempo y es cuando te sorprende la melancolía, pero no aquella intensa y destructiva, no, sino aquella nostálgica y suave, si, aquella que te lleva a recuerdos como cuando tu padre te enseñó a caminar y que ese andar también tiene final, volver a pensar que a veces es momento de regresar. Aquella melancolía que te apuñala por la espalda, pero de manera tan sutil que sólo caes en cuenta cuando sientes el tibio correr de la sangre que como lágrimas cae a gotas.

Giro para rodar sobre el césped y quedar nuevamente boca arriba, acostado sobre Paris, con los brazos abiertos, desparramado sobre el Campo Marte, de nuevo levanto la mirada lentamente para ver la Torre Eiffel, una lágrima se libera porque descubro que la melancolía que verdaderamente me lastima es la del porvenir. Tiene razón el maestro Sabines: “¿es que hacemos las cosas sólo para recordarlas? ¿Es que vivimos sólo para tener memoria de nuestra vida? Porque sucede que hasta la esperanza es memoria y que el deseo es el recuerdo de lo que ha de venir”. Es el tiempo, es el tiempo, el mismo que se carcajea mientras corremos desesperados a sabiendas que nos alcanzará. Es el tiempo, es Paris, el asentamiento romano, su fundación, revolución y liberación, son los miserables, Louis Braille, Simona de Beauvoir, Edith Piaf, Jean-Paul Sartre o quizás simplemente se trate de la llama de la libertad.

domingo, 6 de julio de 2008

En Tabasco

Foto: Huitzil Pedero

En Tabasco,
Con tanto azul y verde,
Se llenan de esperanza las pupilas
Y se tornan los usueños infantiles.

En Tabasco, nace el verde a flor de agua,
Se encarama travieso a la ribera
Con la gracia pueril del camalote,
Y hay un un verde parlante en las vetustas ceibas:
(las ceibas son los clubes donde hacen sus tertulias los pericos)

Tiene Tabasco:
Burdeles de manglar
Para las orgías de los lagartos
Terrazas de acahual
Para el baño de sol de las iguana;
Y en la modesta alberca de los patos
Se escucha la orquesta de las ranas…

En Tabasco, si el cielo destruye las cosechas,
Abre el rio su caudal
De peces y de conchas,
Y se aleja frustrada la miseria.

Yo prefiero a Tabasco…
Porque si he de morir alguna vez,
Prefiero sea ahogado
Y no de sed.

Fragmento del poema “En Tabasco” de Ángel Suárez