martes, 15 de julio de 2008

¡No, imposible, no puedo creerlo!

En el pueblo donde vivo muchos jóvenes han desaparecido, dicen que al regresar de la mina, a media noche, una mujer se les aparece y los encanta; que tiene una belleza tal que quien logra escapar de ella pasa ocho días sin poder dormir al quedar perplejos ante su perfección, me dijo un joven campesino ¡No, imposible, no puedo creerlo” pensé.

Al pasar los días fue tanta su insistencia sobre el tema que lo acompañé a aquel norteño pueblo. Esperamos la llegada de la media noche, me enseñó el sendero y me encaminé solo por el oscuro camino; de pronto sentí una gran luz que iluminaba todo el trayecto, los perros ladraban y un gran número de aves rondaba alrededor mio, pese al miedo poco a poco me seguí acercando, sentía cómo mi corazón agitaba su latido y al ver esa imagen sólo alcance a decir: ¡No, Imposible, no puedo creerlo!

Era una mujer joven, alta, delgada, de cabello largo, grandes ojos y rojos y carnosos labios que sólo se abrieron para decirme, ¡te estaba esperando! Y de inmediato pensé ¡no, imposible, no puedo creerlo!

Ella, extendió sus brazos y pude apreciar su perfecta silueta a través de su transparente bata blanca, no pude negarme, ¿quién podía hacerlo? Me fui acercando, la tomé de la cintura y sentí algo extraño, justo a milímetros de rozar sus labios miré directamente a sus ojos y pude verla ¡La Muerte! Recordé de la advertencia del joven campesino y dije aterrado ¡No, imposible, no puedo creerlo!,

Un frío aire sentí en todo el cuerpo, empecé a correr en esa oscura noche entre matorrales, seguido por una jauría de perros que feroces querían alcanzarme. En medio de la desesperación las piernas me traicionaron y caí de rodillas mientras las palmas de las manos se arrastraban entre ese áspero polvo. De inmediato sentí un fuerte apretón en el brazo derecho y escuché una voz que en primera instancia parecía lejana, para después claramente decir: Julio, levántate, ya son las siete, tienes que ir a trabajar. Sudoroso, agitado, alcancé sentarme en la cama, las manos taparon mi cara, respiré profundamente y solo alcancé a exclamar ¡No, imposible, no puedo creerlo!

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