martes, 17 de junio de 2008

Nostalgia

Ya se va aquella edad, ese viaje que jamás regresara. Milanes.

Recordar la niñez es arma de dos filos. Te alcanza la nostalgia y entiendes el significado de la felicidad o mueres un poco al comprender el origen de tu actual resultado. Un viaje tan peligroso como sutil. Un resultado espinoso o confortante. En ese viaje sin retorno que es la vida las imágenes van apareciendo una tras otra. Siempre ahí.

¡Platícame de tu niñez! Me sugirió Aída aquella tarde en medio de tremendo caos vial y las palabras fueron fluyendo con tanta facilidad que podía ver como las letras se enfilaban para integrar palabras, las palabras frases y las frases historias, todas juntas armaban un gran rompecabezas que algunos llaman recuerdos.

En momentos me rodeo un sentimiento que pensé había ya perdido, inspirado solo en el hombre, la ternura. De irme al recuerdo más remoto sentado bajo un frondoso framboyán y ante la ausencia de padres y hermanos yo permanecía sentado en medio de la oscuridad, sin quedarme claro si los esperaba o lo que no quería era entrar a mi casa. Tal vez fue origen de esas indomables ganas de salir corriendo al lugar más lejano cada vez que puedo.

En la niñez me enteré que los ‘ricos también lloran’ que los reyes magos no eran invisibles y quedé perplejo al tratar de entender a aquel padre de familia en el ‘castillo de la pureza’. Escuchaba que no era decente hablar de ‘Isela Vega’, además que ese entonces creía que Jacobo siempre decía la verdad y que Lolita era sumamente inteligente, pero algo dentro de mi no cuadraba. El tiempo me explicó el porqué.

Aquellos juegos por los campos verdes corriendo con los nietos de Ángela Magaña, con Benchi y con mis primos. Como olvidar los circos que se instalaban en ‘el campo’ enfrente de mi casa y los enigmáticos gitanos que instaban una gran pantalla de cine y a la que todo el pueblo acudía para no perderse la película en turno, sin duda, la platica de todo el mes. Esos gitanos a quienes tanto envidiaba por sus constantes viajes y ejercicio de libertad.

Esa satisfacción por sentarme horas en los árboles más altos, para esperar la llegada de mi madre del trabajo, para luego correr desesperadamente a sus brazos y apretarla tan fuerte como podía, me produce una emoción que aún siento a más de veinte años de no verla.

Aquella niñez tan mágica me hace tener presente que aquel niño jugaba, se enfrentaba, defendía y se imponía. Sin mentiras, sin formas, sin prejuicios, simplemente con la certeza que da el actuar por el instinto que fluye con libertad absoluta. Aquella sensación que hoy extraño y de la que hoy tengo nostalgia.

3 comentarios:

Geovanni dijo...

Dicen que recordar es volver a vivir y no siempre lo que se vive es grato. En ocasiones los recuerdos no es que no nos gusten solo que no son como los quisieramos recordar.

Anónimo dijo...

bien, insistó me encanta como escribes, que bien por Aida, la recuerdo con gusto, tendrás más amigos de los cuales han hecho o han diso fuente de inspiración, escribe de ellos.

Atte Bere

Anónimo dijo...

Eres el mejor escribiendo. =) este articulo y el de las madres, uno k mandaste hace tiempo.. son muy wenoos se me forma el nudo en la garganta.. jeje

gracias x to0odo0o..!!

Konchy